Auschwitz 27 de enero de 1945-2015.
En
Auschwitz han muerto un millón de judíos. Los presos llegan en tren hasta el
interior del campo. La mayoría ha pasado dos días o más de viaje, dentro de un
vagón repleto de gente, sin comer ni beber, durante todo el trayecto. Los
prisioneros descienden del tren y se colocan en la explanada, que queda situada
entre las vías. Los vigilantes los dividen en dos grupos para
clasificarlos. Los que sirven para trabajar son enviados a los barracones. Los
presos que no pueden trabajar son enviados directamente al crematorio.
A medida que el número de prisioneros aumenta y los barracones no pueden acoger más, los hacen pasar a una sala. Con la excusa de ducharse los hacen desnudar, los amontonan en la cámara de gas y los gasean, con una sustancia llamada Zyklon B, que introducen por las escotillas. El Zyklon B es un gas utilizado para evitar plagas de insectos.
A medida que el número de prisioneros aumenta y los barracones no pueden acoger más, los hacen pasar a una sala. Con la excusa de ducharse los hacen desnudar, los amontonan en la cámara de gas y los gasean, con una sustancia llamada Zyklon B, que introducen por las escotillas. El Zyklon B es un gas utilizado para evitar plagas de insectos.
El 27 de
abril de 1940 el comandante jefe de las SS. Heinrich Himmler, da la orden de
construir el campo de concentración de Auschwitz. El 14 de junio, llegan los
primeros prisioneros: 728 poloneses. El 2 de setiembre de 1941 empiezan los
primeros asesinatos masivos, utilizando el gas Zyklon B. En octubre se amplía
el campo: Auschwitz II- Birkenau. El 22 de marzo de 1942 se ponen en
funcionamiento los 4 hornos crematorios, con cámaras de gas, del campo de
Auschwitz II – Birkenau. El 26 de enero de 1945
los alemanes destruyen las cámaras de gas. El 27 de enero el ejército
soviético consigue liberar los últimos 7000 presos que quedan en el campo.
En Auchwitz,
del millón cien mil judíos prisioneros, sobreviven cien mil. De los 7000
prisioneros liberados, 4500, están en tal estado de postración que tienen que
pasar entre tres y cuatro meses, en los hospitales de campaña instalados en el
mismo campo. Están tan esqueléticos que se les tiene que racionar la vuelta a
la alimentación normal. Al principio sólo pueden tomar una cucharada de sopa de
patata tres veces al día.
Los
supervivientes tienen que reconstruir sus vidas, traumatizados, con secuelas
físicas y psíquicas y algunos con sentimientos de culpa, por haber sobrevivido.
Durante un largo tiempo no quieren contar nada, convencidos de que nadie les va a creer.
Viktor
Frankl tiene la oportunidad de escoger entre continuar su carrera de neurólogo
y psiquiatra en Estados Unidos o permanecer junto a sus padres, aún a costa del
riesgo que esto supone.
Frankl y
toda su familia son detenidos y enviados a un campo de concentración. Sus padres, su mujer
y su familia mueren en el campo. A Frankl en Auschwitz le espera un
infierno.
Pueden
hacer con él lo que quieran, pueden incluso quitarle la vida, pero lo que no podrán
nunca es quitarle la dignidad de su libertad última. Su identidad siempre
quedará a salvo. “El hombre está
dispuesto a vivir a condición de que su sufrimiento tenga un sentido”.
Hay dos
ideas que el hombre maneja para alejarse, no sólo de su dolor, sino también del
dolor del mundo. Nos lo dice el bolero: la distancia es el olvido y también un
refrán popular: el tiempo todo lo cura. Pero estas dos opciones legítimas, no nos conducen a ninguna verdad, mientras no respondamos a la pregunta, que Walter Benjamin se formula y nos formula, también, a nosotros: ¿Para qué sirve el
dolor del mundo?
Este dolor
que tan menudo negamos y silenciamos. Este dolor que olvidamos sin haberle dado
ningún sentido. Minimizamos lo que no sabemos, lo que no conocemos y lo que
olvidamos. Tahúres de la memoria, apostantes truculentos de la historia;
acomodados en nuestras pequeñas posesiones, empezamos a olvidar el día que nos
negamos a responder a Benjamin. ¿De qué sirve el dolor y el sufrimiento? ¿De
qué sirve que haya seres humanos que sufran, mientras nosotros nos quejamos de
nuestras pequeñas dificultades? El mundo es muy grande y nosotros, en la
auto satisfacción de nuestra falsa grandeza, somos muy pequeños. Tanto que
vivimos condenados a repetir una y cien veces nuestra historia.
Mientras no
nos reconozcamos en el dolor de los demás y actuemos en consonancia, viviremos
condenados a buscar un sentido real, justo y honesto a nuestra miserable
existencia, sostenidos por los millones de seres anónimos que mueren por
nosotros.
Por voluntad del Reichsführer de las SS,
Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos
de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los
judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis
atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del
problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como
yo, y mucho menos a un Führer de
las SS, ponerlo en duda.
Rudolf Höß , Comandante del campo de Auschwitz, 1940-1943.
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