La parábola del
sembrador.- ( Mateo 4.1.9)
El sembrador salió a
sembrar.
Parte de las
semillas cayeron en el camino y vinieron los pájaros y las comieron.
Otra parte cayó en
el pedregal y entre los espinos.
A vosotros os es
dado saber más de lo que se os ha dado. Porque a cualquiera que tiene se le
dará y tendrá más, pero al que no tiene, aún esto le será quitado. Porque
viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
De manera que se
cumple la profecía de Isaías: “De oído oiréis pero no entenderéis. Y viendo
veréis, pero no percibiréis”. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado
y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos. Para que no vean con
los ojos y oigan con los oídos y con el corazón entiendan y se conviertan y yo
los sane.
Pero bienaventurados
vuestros ojos, porque ven y vuestros
oídos, porque oyen.
Porque de cierto os
digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y
oír lo que oís y no lo oyeron.
A
vosotros os es dado saber más de lo que se os ha dado.
A
vosotros se os ha dado todo lo necesario. Hijos de la fe del padre, del que
creyó y fue capaz de materializar la fe en su hijo. En este ser engendrado, en
palabras de Borges, para el arriesgado y hermoso juego de la vida; para vivir.
Fue sembrado en el gran campo de la vida, para ser. Todo le fue dado y sin
embargo parte de la semilla de vertió fuera del campo y se perdió. El sembrador
consideró, entonces, más importante lo perdido, lo que no fue que no todo lo
que tenía, todo lo que era. Renunció, aferrado a lo que dejó de ser. Nada tuvo
y por ello aún esta nada le fue quitada. Por eso afirma Walter Benjamin, que no
es sino por los desesperados, que nos es dada la esperanza. Que ellos no lo
consiguieran, que dejaran su piel en el empeñó, no significa que nosotros
debamos renunciar a ello. Por esto la frase es un grito a la esperanza; a la
esperanza que nos evita renunciar, tirar la toalla; dejarse llevar por el
pesimismo de estas semillas que crecieron en terreno pedregoso, entre los
espinos. El que renuncia pierde su esperanza, deja de tener fe, de crecer, de
ser; sus semillas no se sembraron en el lugar apropiado. Estériles no dieron
nada y por eso todo les fue quitado. Viendo no ven y oyendo no oyen y por ello
son incapaces de entender.
El
corazón se ha engrosado, ha perdido su sensibilidad y su fuerza, ya no es capaz
de amar y sus oídos oyen pesadamente. Este hombre es el campo en que no va a
crecer nada: duro, seco, leñoso, insensible; incapaz de visualizar algo, que no
sea a si mismo; instalado permanentemente en su pérdida, no puede ganar nada.
¿Quién podrá sanarlo, si permanece ciego, mudo y sordo?
Sólo
la enorme fuerza del amor hará que las semillas crezcan, se desarrollen y den
su fruto. Sólo la elaboración de la voluntad hará posible la construcción de
una esperanza sólida y fecunda. Bienaventurados los que creen porqué
engendraran hijos.
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