La parábola del
sembrador.- ( Mateo 4.1.9)
El sembrador salió a
sembrar.
Parte de las
semillas cayeron en el camino y vinieron los pájaros y las comieron.
Otra parte cayó en
el pedregal y entre los espinos.
A vosotros os es
dado saber más de lo que se os ha dado. Porque a cualquiera que tiene se le
dará y tendrá más, pero al que no tiene, aún esto le será quitado. Porque
viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
De manera que se
cumple la profecía de Isaías: “De oído oiréis pero no entenderéis. Y viendo
veréis, pero no percibiréis”. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado
y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos. Para que no vean con
los ojos y oigan con los oídos y con el corazón entiendan y se conviertan y yo
los sane.
Pero bienaventurados
vuestros ojos, porque ven y vuestros
oídos, porque oyen.
Porque de cierto os
digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y
oír lo que oís y no lo oyeron.
A
vosotros os es dado saber más de lo que se os ha dado.

El
corazón se ha engrosado, ha perdido su sensibilidad y su fuerza, ya no es capaz
de amar y sus oídos oyen pesadamente. Este hombre es el campo en que no va a
crecer nada: duro, seco, leñoso, insensible; incapaz de visualizar algo, que no
sea a si mismo; instalado permanentemente en su pérdida, no puede ganar nada.
¿Quién podrá sanarlo, si permanece ciego, mudo y sordo?
Sólo
la enorme fuerza del amor hará que las semillas crezcan, se desarrollen y den
su fruto. Sólo la elaboración de la voluntad hará posible la construcción de
una esperanza sólida y fecunda. Bienaventurados los que creen porqué
engendraran hijos.
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